“[…] nos sentíamos satisfechísimos de esta primera etapa de nuestra hazaña: habíamos dado con la forma jurídica justa. Y, no tendríamos nada que ver con el manejo de los dineros, confiados a toda una institución bancaria. Y, nosotros quedábamos encargados sin restricción ninguna de los aspectos técnicos de la empresa; en fin, le aseguramos una completa independencia, pues claramente establecimos que los fideicomisos se harían incondicional e irrevocablemente, es decir, que ni el gobierno ni los particulares podrían decirnos doy dinero si ustedes hacen tal o cual cosa, ni tampoco que pudieran retirar sus aportaciones si desaprobaban lo que estábamos haciendo. Todo esto nos parecía no sólo bien, sino excelente”.

DANIEL COSÍO VILLEGAS, ‘MEMORIAS’ (1976)

Daniel Cosío Villegas consideró la creación del Fondo de Cultura Económica en 1934 como una hazaña. Ello en razón del esfuerzo que implicó y las voluntades que aglutinó. También el que se haya creado una editorial que publicara las grandes obras del pensamiento económico, histórico y sociológico en beneficio de los estudiantes e intelectuales mexicanos dedicados al análisis de esas áreas del conocimiento. Impulsar con rigor, profesionalismo y largo aliento a las ciencias sociales se convirtió en el objetivo central de los fundadores del FCE (Manuel Gómez Morín, Gonzalo Robles, Adolfo Prieto, Eduardo Villaseñor, Emigdio Martínez Adame y Daniel Cosío Villegas).

Fue después de muchos meses de trabajo, de estudio y de gestiones en México y en España (con la casa Espasa-Calpe) que lograron encontrar la solución editorial que tanto habían buscado. Ante la carencia de recursos y las dificultades para obtenerlos, mismo tocando las puertas de diferentes instancias académicas, culturales, públicas y privadas, decidieron constituir un fideicomiso (sí, uno de esos que detesta Andrés Manuel López Obrador) que les asegurara la puesta en marcha de uno de los proyectos editoriales únicos en su tipo —hasta el día de hoy, en el mundo—.

Así, con donativos de la Secretaría de Hacienda, del Banco de México, del Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras Públicas, del Banco Nacional de Crédito Agrícola y Ganadero, del Banco Nacional de México, el FCE logró reunir la suma de 22 mil pesos para echar a andar el proyecto editorial cuya estructura y organización jurídica fue tratada con absoluta seriedad por los fundadores de la nueva casa editorial, ya que en ello se sustentaba su “solidez e independencia”.

El prestigio del Fondo de Cultura Económica fue un aspecto aparte, pero igualmente cuidado, pues descansó esencialmente en la calidad de sus obras, de sus autores (nacionales y extranjeros), de sus materias; de sus arreglos con editores y libreros, de su pulcritud en la contratación de derechos y de la negociación de las mejores condiciones para imprimir, distribuir, elegir y remunerar a traductores y, desde luego, a sus autores.

La creatividad editorial y cultural de los impulsores del Fondo de Cultura Económica fructificó haciendo recordar a Cosío Villegas: “El hecho es que en enero de 1935 apareció nuestro primer libro, El dólar plata (¡traducido por un poeta!), y de allí seguimos hasta hacer del Fondo una editorial de enorme prestigio que prestó un servicio señalado a la educación y a la cultura de México y de todos los países de habla hispana. Valdría la pena hacer su historia, pues el libro que la recogiese resultaría sumamente aleccionador. Y creo que nadie podría escribirla mejor que yo, pues aparte de los trabajos preparatorios a su nacimiento, fui su director durante los primeros 16 años de su vida, es decir, durante su largo periodo de formación, al que siguió el de la deformación”.

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Y sí, el FCE ha sido una de las instituciones más valiosas que México ha dado al mundo. El “Fondo”, como se le conoce de cariño, cuenta con más de 10,000 obras publicadas, de las cuales, 5,000 se mantienen actualmente en circulación. En su haber hay títulos de 65 premios Nobel, 33 Cervantes, 29 Príncipe de Asturias y más de 150 galardonados con otras preseas literarias.

Mas hoy, la editorial pública de historia impecable, dirigida —casi siempre— por lo mejor de la inteligencia nacional, también cuenta entre sus haberes con un ladrón de libros. Ojalá se tratara de un símil de la obra de Markus Zusak, “La ladrona de libros”, pero no.

Esto es lo que ha ocurrido: López Obrador propuso en el 2020 una colección “21 para el 21″. Que el Fondo editara 21 obras en conmemoración de los 500 años de la conquista de Tenochtitlán. Entre esos libros se encuentra “Paseo de la Reforma” de Elena Poniatowska.

No deja de ser importante la obra de esta escritora (esa cuestión no la discuto aquí), y el incluir uno de sus libros dentro de estos veintiún títulos subraya lo significativo de la misma. Al menos para AMLO que fue quien la escogió.

Sin embargo, Paco Ignacio Taibo II, el actual director general del Fondo, soslayó que los derechos de publicación del libro los tiene Penguin Random House y, no obstante ello, sin ningún empacho publicó la obra. Y es que a la Cuarta Transformación el ‘prohibido prohibir’ se le da bien.

Penguin Random House, la casa editorial con la exclusiva de los derechos de “Paseo de la Reforma”, denunció y obtuvo una orden para incautar y retirar del mercado los libros impresos por el Fondo. Esto es, un juez federal tomó la demanda civil interpuesta contra el FCE por Penguin y decretó “el depósito de todos los libros” de esa colección. Para ponerlo suavemente, es como cuando el gobierno retira fayuca de los mercados...

El 7 de abril, en las oficinas del Fondo en el Ajusco, el lote de libros “Paseo de la Reforma” fue emplayado, flejado y resguardado, mientras se toma una determinación sobre la demanda civil.

No hay en la memoria del FCE ningún capítulo tan penoso como este; Cosío Villegas se volvería a morir de enterarse de estas prácticas. Y es que no en balde, la misión del FCE había trascendido fronteras, ofreciendo siempre tanto al lector como a los autores, una propuesta de costos competitivos, dentro del respeto irrestricto hacia los derechos de los autores y ¡los contratos por ellos establecidos con diversas casas editoriales!

Pues bien, más allá del vocabulario misógino y altisonante de Paco Ignacio Taibo II, y a pesar de que dijo que defendería a los autores y a los lectores, el funcionario ha dado muestra de no cumplir con ello.

Solo faltaría ahora que, en su estulticia, el gobierno federal salga con que van a “expropiar” los libros para el Estado, así como los derechos de autor. Espero que ello no sea una idea que la 4T considere, pues terminaría por encarecer el ya de por sí caro artículo (casi bien de lujo) llamado libro.

También, tal vez, Taibo comparta la creencia del cuerpo directivo del Sistema Nacional de Investigadores (y del fiscal Alejandro Gertz Manero) en el sentido de que copiar de un libro es plagio, mientras que hacerlo de muchos se llama investigación…

El no pagar los derechos lastima al autor del libro y a la editorial que tiene los acuerdos para su publicación. Lo que significa vulnerar la entrada de ingresos a los cientos de empleados que trabajan en las distintas casas editoriales.

Triste ironía: la campaña de “21 para el 21″ fue financiada con dinero del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, y resulta ser que el FCE robó los derechos de un libro. De uno que se sepa por ahora…

Sí, en ocasiones creo que lo hecho por Taibo no es un evento aislado. Es más bien, como dicen del AIFA, la “esencia” del lopezobradorismo: sentirse por encima de la ley para vulnerarla, manipularla, ignorarla. Ofrecer muestras flagrantes de que lo suyo, lo suyo, es un desprecio absoluto por nuestro país, sus leyes y todos los mexicanos.

Verónica Malo en Twitter: @maloguzmanvero