Sintetizo lo narrado este lunes 11 de julio por el columnista más importante de El Financiero, Darío Celis:
√ “Hasta hace unas semanas”, al expresidente Enrique Peña Nieto lo que verdaderamente preocupaba era el juicio que iba a hacer el presidente Andrés Manuel López Obrador acerca de “un tema más mundano: la próxima boda de su hija Paulina Peña Pretelini”.
√ AMLO “prohibió” que el casamiento se celebrara en México.
√ “Peña pidió a finales del año pasado permiso por conducto de un tercero y López Obrador le mandó decir que ‘aquí nada’. Hasta ahí la comunicación más reciente entre ambos políticos”.
√ La hija de EPN quería una boda ostentosa “y su papá la que menos llamara la atención para no incomodar al tabasqueño”.
No estoy en condiciones de saber si realmente EPN “pidió permiso por conducto de un tercero” a AMLO para que la boda de su hija se celebrara en México. Tampoco tengo manera de confirmar la segunda parte de la información: que Andrés Manuel le mando decir a su antecesor eso de que “aquí nada”.
Si sé que se han dado a conocer la fecha y el lugar de la boda de Paulina Peña con Fernando Tena, hijo del exfutbolista del mismo nombre; lo leí en el sitio de internet de la revista Quién, que retomó la información de una columna de Alberto Tavira publicada en El Independiente; este último es periódico mexicano de reciente creación —dirigido, por cierto, por Carlos Ramírez—.
Tal boda, si no han cambiado los plantes debido a las investigaciones de la Unidad de Inteligencia Financiera —encabezada por Pablo Gómez— se celebrará en octubre de este año en Madrid, España y asistirán 200 invitados.
En su columna, Darío Celis parece poner en duda que por razones políticas a Peña Nieto lo haya investigado la UIF —y ahora lo persiga penalmente lea FGR—.
Por lo que entiendo del artículo de Darío, este periodista sugiere que a Peña Nieto se le ha castigado por haber planteado al presidente López Obrador la posibilidad de un bodorrio por todo lo alto en territorio nacional.
Se trata de una conjetura tan válida como cualquier otra, así que ahí la dejo. Lo que es un hecho es que ha sido mal negocio casarse en tiempos de la 4T:
√ La boda fifí. A pesar de haber sido tan cercano al presidente AMLO, el señor César Yáñez estuvo prácticamente en la banca más de la mitad del actual sexenio. ¿Su pecado? Haber permitido que su novia, quien cuenta con recursos para ello, se pagara una fiesta matrimonial más o menos cara. Por fortuna Césr ya está de regreso.
√ La boda maldita. Varios de los asistentes a la boda de la hija del abogado Juan Collado —que tuvo como invitado principal al cantante Julio Iglesias— están en cárcel o perdieron sus cargos: (i) el propio papá de la novia, en prisión; (ii) Rosario Robles, recluida en Santa Martha Acatitla; (iii) Eduardo Medina Mora, expulsado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; (iv) Carlos Romero Deschamps, corrido del sindicato petrolero e investigado por la UIF; (v) el exprocurador Alberto Elías Beltrán, investigado por lavado de dinero, y (vi) Enrique Peña Nieto, quien tuvo que irse a vivir a un lugar elegante ubicado cerca de la capital de la monarquía española para ya no generar escándalos andando de farra en la república mexicana.
√ La boda en Antigua. Santiago Nieto, extitular de la UIF, perdió el cargo por haberse casado en ese lugar de Guatemala. A una de sus invitadas, también: Paola Félix Díaz fue cesada por Claudia Sheinbaum como secretaria de turismo de la CDMX por haber viajado a la fiesta en el avión del dueño de El Universal, Juan Francisco Ealy Ortiz, a a quien las autoridades guatemaltecas le retuvieron 35 mil dólares en efectivo.
Así las cosas, se recomienda a las personas relacionadas con la política que tengan planes de boda, posponerlos hasta nuevo sexenio... o bien casarse con discreción y modestia, lo que quizá les parezca demasiado pedir a muchos y a muchas.