La actual carrera presidencial resalta porque, como nunca antes, hoy se pone en el centro del debate público el racismo y el clasismo, dos temas invisibilizados en ciclos pasados y de urgente tratamiento. Sin embargo, y como casi siempre, la derecha mexicana no se comporta a la altura y, por el contrario, hace el ridículo al confundir el fondo del asunto.
Al indigenismo de ocasión originado con la irrupción de Xóchitl Gálvez en la contienda, ahora se suman dos puntuales posicionamientos en defensa de la blanquitud por parte de Santiago Creel y Enrique de la Madrid, acaso los dos aspirantes presidenciales que más han gozado de privilegio y más se han beneficiado de la discriminación estructural.
Primero, el priista de la Madrid tuvo el descaro de minimizar su origen -se trata del hijo de un presidente, quien no tuvo problemas para incursionar en la política y llegar a los mismos niveles que su padre- y, en un video plagado de lugares comunes y obviedades, pregunta cuál es el problema con ser güero y aspirar a gobernar México.
Como esbozo de respuesta, acá la siguiente reflexión: si uno observa a los 36 mandatarios de México que han sido fotografiados (de Benito Juárez a la fecha), notará que sólo tres de ellos son morenos -antes de que el lector se lo pregunte, sepa que no, AMLO no está entre los morenos-.
Dicho en otras palabras: más de 90% de quienes han gobernado el país en el último siglo y medio son hombres blancos, una proporción totalmente injusta en una nación multiétnica. Ese es el problema, señor de la Madrid, ni más, ni menos.
Y no, la blanquitud no descalifica per se al priista para llegar a Palacio Nacional, pero su ignorancia (o deliberada omisión) en temas de racismo sí pone en tela de juicio su capacidad para gobernar un país tan diverso como el nuestro.
Poco después del desliz madridista, el panista Creel denunció que Andrés Manuel López Obrador lo ataca por su origen, color de piel y color de ojos, para luego decir que el presidente ejerce sobre él “una discriminación inversa”.



Esta última declaración resulta problemática y muestra cómo, una vez más, la derecha inventa o tergiversa conceptos para sus fines, en este caso, victimizarse.
Así como en el PAN hablan arbitrariamente de “ideología de género” cuando lo que se enseña en escuelas actualmente es la perspectiva de género, ahora ven “discriminación inversa” si AMLO apunta algo obvio: que una persona blanca goza de cierto privilegio en países como México, donde un tono de piel claro constituye casi un artículo de valor que facilita el acceso a capital social y económico.
A todo esto, y por si le interesa a Creel saberlo, la discriminación inversa no tiene nada que ver con ataques a gente blanca y más bien se refiere a lo que también se conoce como acción afirmativa: una política pública en la que, en aras de la equidad y la paz social, se beneficia o privilegia a grupos históricamente despojados por encima de los dominantes, como sucede desde hace unos años en México con las candidaturas paritarias, por ejemplo.
En todo caso, los bochornosos desatinos de la derecha dan fe del cambio profundo que vive la sociedad mexicana gracias al movimiento que triunfó en las urnas en 2018, cambio que obligará a la oposición a cuestionarse su propia existencia y buscarse un nuevo rostro para sobrevivir.
Suerte para ellos, porque pareciera que no se han dado cuenta de este nuevo México y, ante los justos cuestionamientos de las circunstancias que les llevó a amasar sus fortunas y conseguir posiciones de poder, sólo responden tonterías como “es que me están haciendo menos por mis ojos azules”.