No es un asunto menor lo que está en juego en nuestro muy sufrido y cada vez mayormente vapuleado país.
Si bien el histórico arribo al máximo poder de la primera mujer presidenta de México debiera suponer un estilo diferente de conducir, de guiar, de planear, y de gobernar, queda por ver si realmente será así, siendo que, las señales que se han enviado desde el pasado 1 de octubre en que fue investida Claudia Sheinbaum Pardo como titular del poder ejecutivo de los Estados Unidos Mexicanos, han sido todavía un tanto cuanto confusas.
Para que se consolide un verdadero Estado de bienestar en el país, como el que anhelamos, será fundamental que la presidenta esté a la altura de lo que demanda esta nuestra gran nación; de ello depende se regrese al camino por donde se dirigía el país hace seis años y que es obvio sufrió un viraje al rumbo equivocado, pues con datos claros y no ‘los otros datos’, es contundente afirmar que el régimen autoritario que encabezó López Obrador envió al país hacia atrás, retomando causes y modelos ancestrales y obsoletos. Pero más aún, las próximas generaciones de mujeres y hombres, que debieran encontrar un país que les propicie mejores expectativas de crecimiento y de vida, están ahora también bajo las condiciones y estrategias con las que Claudia Sheinbaum gobernará.
La ex jefa del gobierno de la Ciudad de México, enfrenta como primer gran reto sacudirse y alejarse tanto cuanto le sea posible de la sombra de Andrés Manuel López Obrador, quien valga decirlo, finalmente se encuentra en el lugar a donde debió irse a descansar desde hace mucho tiempo, “La chingada”, su finca en Palenque, Chiapas.
Ciertamente, el tabasqueño concluyó su sexenio y se ha ido, no sin antes colocar el poder en manos de quien consideró su alumna más avanzada.
Pero hay que decir que Andrés Manuel, pese a concentrar prácticamente todo el poder, dejó ir la enorme oportunidad de convertirse en el mejor presidente de México, y lo que entregó a su sucesora ha sido una bomba de tiempo.
AMLO cerró con los peores resultados en materia de seguridad, justicia y Estado de derecho, comparado con cualquier otro gobierno que lo haya precedido, según el Observatorio Nacional Ciudadano, en voz de su presidente, Francisco Rivas.
“Este sexenio es el de mayor tasa de homicidio doloso, feminicidio, desaparición de personas, delitos que atentan contra la vida, extorsión, delitos que atentan contra la libertad, narcomenudeo, trata de personas, delitos que atentan contra la sociedad, desplazamiento forzado, robo a transporte de carga, robo de hidrocarburos, robo a negocio, violaciones y violencia familiar.
También es el peor sexenio en materia de corrupción, impunidad, transparencia, desmantelamiento institucional y destrucción de los contrapesos que hacen posible la rendición de cuentas”, sostuvo.
En esas condiciones, Claudia Sheinbaum ha tomado las riendas del país y existen elementos para confiar en que tenga los conocimientos, la disposición, la energía, la capacidad, la habilidad y la sabiduría para sacar a flote a este México tan dañado que le han puesto en sus manos.
El lunes 1 de octubre; en su discurso en el Congreso de la Unión, generó cierta esperanza al hablar de sus principios, sus proyectos y promesas, aunque no dejamos de lamentar los jaliscienses que ni en su discurso durante la toma de protesta ni en su mensaje en el Zócalo, se escucharan proyectos o planes para Jalisco, no obstante la gran importancia que esta nuestra entidad federativa tiene en relación al desarrollo socioeconómico y el crecimiento del país.
Así las cosas, México tiene ya a su primera mujer presidenta en la figura de Claudia Sheinbaum Pardo, a quien esperamos y deseamos le vaya bien.
Sin renunciar a ser vigilantes activos de la acción gubernamental y estableciendo que se debe reconocer y aplaudir lo plausible pero reclamar lo inadecuado o injusto y exigir legalidad, honestidad, eficacia y probidad en el servicio público, la sociedad civil debe reivindicar espacios y esquemas de participación sin que ello implique sometimiento, que se confunda atención y respeto institucional a la sumisión o claudicación en la lucha por un México confiable, digno y seguro, en el que podamos habitar y crecer.
Esta nueva etapa del país, insisto, debe ser de transición, debe ser una transición en la que también queremos que la nueva época nos alcance a todos y a todas y que tiene señales interesantes.
Por ejemplo, hay que decir que, a pesar de la malísima señal que se dio al integrar las comisiones de recepción y despedida en la toma de protesta exclusivamente con legisladores de Morena y sus aliados, quienes tienen el control del Congreso gracias a su polémica mayoría, confiamos que esta decisión no vino de la presidenta, siendo que no era ella la encargada de la logística, y creemos que ella tiene una visión diferente. Una muestra de ello es que tuvo el convencimiento de saludar con respeto a la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la ministra Norma Piña, y eso es plausible, es un reconocimiento y en ese sentido empieza bien.
Reitero, será fundamental que la presidenta Sheinbaum se deslinde lo antes posible de Andrés Manuel López Obrador, que comience a fijar posturas diferentes y a gobernar con sello propio; que termine con las divisiones entre fifís y chairos que tanto daño han hecho a nuestra sociedad, que escuche a la oposición, que tienda puentes y sea receptiva tanto con partidos políticos y principalmente con la sociedad civil organizada.
Debo decir que cientos de organizaciones civiles hicimos campaña en favor de una opción distinta a la que representó la ya ahora presidenta, pues consideramos que nuestra preferencia electoral era mejor, tanto por su perfil humano como por la distancia en relación al régimen autoritario pro dictatorial, ineficaz y corrupto encabezado por López Obrador, y aunque no votamos por ella, estamos ofreciéndole nuestro voto de confianza por el bien del país.
Ya la escuchamos decir que seguirá a pie juntillas el proyecto del “segundo piso de la Cuarta Transformación”, pero habrá que esperar y confiar en que en algún punto entenderá y asumirá su compromiso de gobernar en beneficio de toda la población y no solo acatando órdenes y favoreciendo a intereses oscuros que anhelan enquistarse en el poder para medrar impune y largamente.
Claudia Sheinbaum es una mujer preparada, inteligente, decidida, y confiamos en que encontrará la fórmula para marcar distancia de AMLO, y salir airosa de ese, que se constituye como su primer gran reto.