Me sorprende cómo manejan algunos sus compañías aéreas; no importa que estemos de lleno en el Siglo XXI. A algunos empresarios no les importa si su aerolínea es de modelo tradicional o de bajo costo, y han dejado muy atrás la importante, y muchas veces necesaria, cultura de crear lazos fuertes con los trabajadores.
Lamentablemente los empleados son vistos como un mal necesario, no como la fuerza laboral que impulsa el crecimiento de las empresas. Lo que hoy está ocurriendo al interior de la aerolínea Volaris es una mezcla de indolencia por parte del sindicato que mantiene la contratación colectiva de estos trabajadores, el Sindicato de Trabajadores de la Industria Aeronáutica, Comunicaciones, Similares y Conexos de la República Mexicana (STIA), y la administración encabezada por Enrique Beltranena.
Nadie niega el éxito económico que está teniendo la aerolínea; de enero a marzo de este año, según cifras de la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC), Volaris ha crecido 17.2%, y sobre todo es destacable cómo se está comportando en la Bolsa Mexicana de Valores. Tan solo en lo que va de este año, la aerolínea se ha capitalizado en 7,581 millones de pesos, acumulando una ganancia de enero a la fecha del 41.63%, una cifra nada despreciable.
Su valor dentro de la Bolsa ha pasado de 18,023 a 25,605. Con esto ocupa el lugar 40 a nivel global de las líneas aéreas con más valor, por lo que podemos afirmar que, al contrario de otras aerolíneas, Volaris es una compañía de transporte de pasajeros sólida dentro del mercado mexicano.
Para Enrique Beltranena estos resultados son como estar en el cielo, pues dentro de los planes para el próximo 2025, está triplicar tanto el flujo de efectivo e ingreso, así como duplicar su tamaño con respecto a cómo estaba antes de la pandemia en 2019. Lo anterior será posible si consigue implementar ventas por más de 3 mil 600 millones de dólares durante el 2025, además de conseguir un flujo operativo por arriba de los mil millones de billetes verdes, lo que le permitiría tener libre efectivo por alrededor de 800 millones, esto gracias al incremento de flota.
Actualmente tiene poco más de 100 aviones operando, y dentro de los planes de crecimiento está llegar a 2025 con más de 140 equipos y para el 2027, su idea es contar con 160 aviones volando.
Lo anterior está muy bien, y siempre nos dará gusto que una empresa de aviación se fortalezca, sobre todo por lo complicado que es la industria; pero ¿qué sucede cuando no hay un equilibrio en el manejo de la compañía? Surge el descontento y eso es lo que está pasando hoy.
En el mes de febrero, el STIA hizo todo un show mágico musical frente al Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral, entidad encargada del proceso de legitimación del Contrato Colectivo de los trabajadores de Volaris, en el que se encuentran desde pilotos, sobrecargos, personal de tráfico, operaciones, rampa y mecánicos, entre otros.
Para poder llevar a cabo este procedimiento se hizo entrega “ficticia” del Contrato Colectivo de Trabajo y los empleados fueron coaccionados a votar por legitimar al STIA o se quedarían sin trabajo. Esto, reportaron los trabajadores, se los comentaban los “delegados” del sindicato poco antes de la votación, en una oficina que asignó la empresa al sindicato, para que este a su vez invitase un café a los trabajadores y les diera esta “plática”.
Lo peor, todo fue una simulación, porque los trabajadores no cuentan con su Contrato Colectivo de Trabajo, y aquel que ose pedirlo, lo mandan llamar al área de Recursos Humanos y le hacen firmar su renuncia voluntaria. Ahora, como los sobrecargos son la parte más visible, son a los primeros que han corrido; en tan solo dos días, llevan más de 100 trabajadores de todas las bases: Tijuana, Guadalajara, Cancún y Monterrey.
De acuerdo con los testimonios de los trabajadores, la empresa opera así: les llaman y les dicen que les están pidiendo su renuncia voluntaria por una “reestructura”. Por ley, cuando una empresa comienza una reestructura, el criterio que se utiliza para prescindir de los servicios de los trabajadores es por escalafón, y en todo este asunto el gran ausente ha sido el STIA, quien ni siquiera se ha tomado la molestia de ir a ver qué está pasando con sus agremiados, independientemente de la obligación que tiene de “defenderlos”, pero es muy sabido que la familia Romo maneja un sindicato charro.
Y el STIA existe mucho antes de que se fundara Volaris; lleva años detentando un sinfín de contratos, tanto dentro de la industria aeronáutica como de fuera, siguen siendo dignos herederos de Ramón Gámez, mejor conocido como “El Zar de los sindicatos blancos y los contratos de protección”.
No es la primera vez que ocurre, pues ya en otros años ha pasado; cualquier trabajador que exija sus derechos laborales es tildado de “grillero”, como si fuese un pecado capital exigir que se cumpla con lo que está establecido en la Ley Federal del Trabajo.
Aunque comparten el mismo sindicato corrupto, el ambiente en VivaAerobus es muy distinto al de Volaris, ¿la razón? Juan Carlos Zuazua ha entendido que un trabajador contento rinde más que uno frustrado. O también está el caso de las sobrecargos de Aeroméxico Connect, que llevan años tratando de irse a ASSA sindicato al que todavía pertenezco, pero que por una u otra razón no han podido concretar y dar el paso.
Los trabajadores de Volaris viven un “infierno”, y como ellos mismos dicen: “le estoy trabajando a Invex (Banco Invex SA Institucion De Banca Multiple-Invex Grupo Financiero) para colocar más de 12 tarjetas de crédito al mes”, cuando su contrato es con Volaris y como sobrecargo. No como ejecutivo de ventas de otra empresa.
Los tripulantes de cabina están enmarcados dentro del Título Sexto -Trabajos Especiales- de la Ley Federal del Trabajo, pero ¿qué son los trabajos especiales? Son los que por la vulnerabilidad y las características específicas del trabajo requieren de reglas particulares. En el Capítulo IV concretamente se establecen las reglas que rigen el trabajo de las tripulaciones aeronáuticas.
Por ejemplo, por el desgaste que se tiene por la presurización, la alteración de los ciclos circadianos entre otras afectaciones, los tripulantes tienen derecho a gozar de 30 días de vacaciones al año y se irá aumentando un día más por cada año laborado; esto no es gratuito, pues el desgaste en tierra no es el mismo que en el aire.
Mientras un trabajador normal labora una semana de 48 horas, esto es 192 horas aproximadamente al mes, un tripulante no puede trabajar más de 180 horas, y se debe a que firma su servicio hasta que lo concluye y durante un mes calendario, por ley, no puede volar más de 90 horas (calzo a calzo).
Otra gran diferencia con el resto de los trabajadores, es que para trabajar deben contar con una licencia, pasaporte, visas, realizar exámenes médicos una vez al año si son menores de 40 años y una vez cada seis meses si ya pasas del cuarto piso, además de tomar adiestramiento periódico cada año, estar actualizados en los últimos boletines que emite la autoridad aeronáutica, sin olvidar que cada año actualiza los conocimientos sobre emergencias a bordo, primeros auxilios, y para los pilotos el simulador, el RTARI, y aprenderse los nuevos protocolos y reglamentos que sean emitidos.
Es un trabajo extraordinario, pero al día de hoy la administración de Volaris se niega a entender y se empeña en seguirlos tratando como si fueran personal “normal”. Y la ley no deja lugar a dudas, son “trabajos especiales”.
No se le pide nada estrambótico a Enrique Beltranena, solamente que permita que sean los trabajadores quienes elijan al sindicato que quieren que los represente; ese es el espíritu y así lo estipula la reciente Reforma Laboral del 2019. No es la empresa la que designa al sindicato con el que se van a afiliar; debe respetarse el Capítulo IV de la Ley Federal de Trabajo y que deje de generar un ambiente de terrorismo laboral en donde un “like” a una de mis publicaciones signifique el despido del trabajador, solo eso.
Los dichos son muy ciertos, se atrae más moscas con miel que con hiel, si trata bien a sus trabajadores, no tendrá la necesidad de hacerles pasar por un infierno. Al contrario, queremos que la compañía siga creciendo, creando más fuentes de trabajo, pero todo dentro de un marco de respeto, atendiendo las recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el Convenio 190 sobre eliminar la violencia y el acoso en el trabajo.
“El Convenio nº 190 de la OIT (o C190 para abreviar) es el primer tratado internacional que reconoce el derecho de toda persona a un mundo laboral libre de violencia y acoso, incluidos la violencia y el acoso por razón de género.”
Sobre todo porque el año pasado nuestro país ratificó dicho convenio:
“Por unanimidad, el pasado 15 de marzo, el Senado de la República aprobó sumar a México a la ratificación del Convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el cual busca erradicar la violencia y el acoso laboral, dicho Convenio fue adoptado por la Conferencia Internacional del Trabajo en junio del 2019 y entró en vigor en junio del 2021.
El Convenio 190 de la OIT sobre la violencia y el acoso reconoce el derecho de todas las personas a un mundo del trabajo libre de violencia y acoso. Actualmente, 12 países incluyendo México, han ratificado el Convenio.”
Urge que la titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social se siente con Enrique Beltranena, CEO de Volaris, para recordarle que México tiene una responsabilidad y que no puede violentarla de manera constante como lo viene haciendo. Y no, tampoco es pedirle a la maestra Alcalde Luján algo “estrambótico”.