Tras una breve estancia en Argentina, un amable cordobés me dijo: “Como el Papa Francisco solamente hay uno”. La contundencia de la frase me hizo pensar en la terca insistencia de querer que cualquiera de los posibles sucesores fuera como él o más progresista. Fue anunciada la elección del cardenal Prevost como León XIV. A partir de esto podemos inferir algunas cosas, nada de predicciones al vacío o suposiciones tan banales como la lectura del lenguaje corporal, analicemos hechos y aprendizajes:
1.- El Papa Francisco fue único, una combinación que en la Iglesia jerárquica no es tan común: un gran comunicador social, un teólogo profundo y una persona sencilla. Conoció Latinoamérica durante el periodo de dictaduras, por lo que supo del dolor que implica la extrema derecha al poder. Se mostró simbólico y reformista a su manera, radical, científica y casi quirúrgica. No fue un Papa que imitó a otros, realizó un cuestionamiento profundo a toda la parafernalia litúrgica y cuestionó duramente a los grupos más conservadores dentro de la Iglesia (la reforma al Opus Dei y la extinción del Sodalicio de Vida Cristiana). Buscó pastores con olor a oveja y se acercó a sectores marginados, se opuso a las grandes potencias y consiguió que la voz del Papa, otrora lejana, se volviera central en la discusión de temas geopolíticos relevantes.
2.- El papado de Francisco también tuvo reveses y pausas, quizá algunas acciones en donde la tibieza superó a la caridad: El rol de la mujer en la Iglesia obtuvo algunos cargos directivos significativos, pero cuando se trató el tema de las diaconisas o la ordenación sacerdotal de mujeres, el asunto tuvo un rotundo “no”. Lo mismo para el tema de la abolición del celibato, incluso para los hombres adultos mayores del Amazonas. En temas de moral hubo una esforzada apertura para las parejas divorciadas y para la comunidad de la diversidad sexual, aunque esta puerta no se abrió para temas como el aborto, llegando a ser calificado por el Papa como “el contratar a un sicario para terminar con una vida”. Si bien la postura para con Gaza fue siempre de solidaridad (llamando cada noche a la única parroquia católica en Palestina), el reproche a Israel fue de una baja intensidad diplomática.
3.- El colegio cardenalicio reunido en el cónclave nos sorprendió con la decisión. Los medios (hasta alguna que otra “voz autorizada”) decían que jamás sería elegido un norteamericano y he escuchado a todos los medios justificar que “es norteamericano pero…” como si su condición de origen le hiciera una terrible persona. Entiendo la paranoia sufrida a raíz de la elección de Trump como presidente de EUA pero ello no tiene que ver con pensar que es un pueblo perverso o intelectualmente menor. Al menos como mexicano odiaría que me confundieran con mi gobierno y su ideología (ahora nos gobierna una mujer de izquierda y brillante pero hemos tenido presidentes que han sido burla internacional). Estoy seguro que a ninguna persona argentina o salvadoreña le gustaría ser valorada en medida del liderazgo político en turno. Valoremos de León XIV su innegable interculturalidad (tanto por sangre como por experiencia pastoral) y esperemos que su conocimiento de América continental le permita gobernar con sabiduría popular.
4.- Las críticas al Papa León XIV no se han hecho esperar. Algunos grupos de extrema derecha, vinculados al extinto Sodalicio de Vida Cristiana (que tanto daño hizo a la Iglesia), han comenzado a difundir información sobre casos de manejo irresponsable ante denuncias de abusos. Estoy seguro que los medios ahondarán y buscarán las respuestas para que pueda aclararse lo que tiene que aclararse y si es necesario que el mismo pontífice responda a las acusaciones, que lo haga. Vivimos en una época de excesiva transparencia mediática, aprendamos a discernir entre fantasmas, fantasías y hechos.
5.- Personalmente no me gustó el gesto papal de usar las pomposas vestiduras para dar el saludo y la bendición inicial. Pensé que el Papa Francisco había ayudado a terminar con esos signos palaciegos; sin embargo, creo que nunca experimentaré (o nadie en mi círculo cercano) la experiencia de ser elegido Papa, tantos pensamientos, tantas emociones, supongo que lo último para lo que se tiene cabeza es para negarse a usar tal o cual vestimenta o para elegir una cruz más austera o más dorada. Sería, por demás, injusto analizar toda una trayectoria pastoral por 10 minutos en un balcón.
6.- La única respuesta es esperar el proyecto de Iglesia que propondrá. Esperar que sea, como decía el Papa Francisco: “Una Iglesia pobre, para los pobres”. Que no regrese el miedo o la culpa como centro y que la caridad, el amor vivo hacia los márgenes del mundo sea el único mandato. Hay elementos objetivos a considerar: su carrera (una bastante prominente desde misionero en el Perú, superior de una orden antiquísima y luego responsable de elegir a los futuros obispos), su cercanía con el Papa Francisco (claramente su último puesto en el gobierno de la Iglesia denota gran confianza en sus capacidades aunque esto no implique per se una total imitación ideológica) y la formación recibida como agustino, es decir, una formación sacerdotal con un sabor distinto y con una profundidad espiritual distinta.
7.- León XIV no es Francisco. Abramos paso a lo distinto, aunque sea incómodo. El mundo al que tendrá que enfrentarse León XIV no será el mismo. Le espera un largo papado (en buena salud, confiamos) y nos espera adaptarnos a un nuevo pastor. No le exijamos ser nuestro genio de la lámpara, esperemos sea una persona libre, buena y preocupada por los pobres.