A reserva de realizar una investigación más exhaustiva sobre la literatura científica al respecto de este fenómeno y sobre los nombres que esta “clase” ha recibido, a la Academia Dorada en otro momento también le llamé “Aristocracia Educativa”.
La academia dorada es una categoría analítica que describe al sector o grupos que ejerce(n) el poder académico-administrativo en las instituciones educativas públicas y privadas. Son las/los grupos académicos o administrativos que deciden qué plazas de medio tiempo o de tiempo completo de docencia y/o investigación (o de la administración) se reparten o distribuyen.
Aunque existen concursos de oposición o de admisión con ciertos candados para acceder a las plazas, se sabe que la academia dorada impone a sus incondicionales para ocupar plazas de base o de confianza. Otra forma de ejercer el poder es a través de los arreglos cupulares para beneficiar a incondicionales más allá de lo establecido en las normas institucionales e independiente de las credenciales y capacidades intelectuales o profesionales. El caso de Lorenzo Córdova no es el único ejemplo de esto último.
En octubre de 2022 escribí esto: En México, recientemente se ha construido una formación social relativamente nueva; se trata de una especie de “clase social” exclusiva, privilegiada, dentro del sector educativo, a la cual se le conoce como “la Aristocracia Educativa” o “Academia Dorada”.
Breve descripción: esta población, que es sumamente reducida, está integrada por miembros de la comunidad académica (generalmente su base laboral está en universidades, escuelas normales u otras instituciones educativas, públicas y privadas, cuyos miembros suelen desempeñarse como profesores o profesoras de medio tiempo o de tiempo completo, y raramente son contratados por horas de asignatura), y que sucesiva o simultáneamente ocupan posiciones directivas en instituciones de educación superior (como rectores, directores generales u otras posiciones directivas donde se toman decisiones importantes sobre estructura de la planta docente), en órganos públicos autónomos o en diferentes dependencias centralizadas o desconcentradas del Estado, tanto del gobierno federal como de los gobiernos estatales o municipales, o bien, en alguno de los poderes del Estado (trabajan también, eventualmente, como asesores o legisladores federales o estatales).
Adicionalmente, algunas y algunos miembros de esta singular “clase”, orgullo de la nación, colaboran con los medios de comunicación tradicionales o alternativos (redes sociales digitales), con lo que han adquirido un poder meta institucional como intelectuales orgánicos, que toman posiciones o realizan comentarios prosistema o antisistema, (por ello también sus críticos les dicen comentócratas), ya que representan voces influyentes (personales, grupales, institucionales o de intereses de poderes fácticos) y que se constituyen en un factor clave en la toma de decisiones políticas, económicas, sociales o culturales.
No digo nombres para no herir susceptibilidades pero, para conocerlos, sólo bastaría con revisar las columnas o espacios de opinión de los principales diarios o sitios de circulación nacional e internacional, o darse una vuelta por los programas de televisión o radio “más taquilleros”, donde ellos y ellas tienen asegurado un lugar especial. Cabe mencionar que no necesariamente éstos forman parte de la cima de la meritocracia educativa ni científica.
Algunos estudiosos de este fenómeno social (la “Academia Dorada”), generalmente sociólogos, politólogos, antropólogos o psicólogos sociales, que han profundizado en el conocimiento de esta casta de “cardenales o sumos pontífices de la ciencia o del magisterio”, los representan en forma de círculos cerrados, casi impenetrables; y han encontrado que se trata de grupos pequeños que nacen, crecen, se reproducen y se mantienen vivos en la escena pública, con ciertas características específicas: reglas internas y rituales idiosincráticos no escritos; vínculos orgánicos con la clase política local y nacional, o con las dirigencias sindicales oficiales o disidentes; que usan lenguajes técnicos sofisticados, sólo aptos para eruditos, así como con actitudes que aseguren la cohesión social para sus tribus (como el nepotismo ilustrado), amplia capacidad financiera en el uso de los recursos públicos y carta abierta en la conducción de proyectos de investigación exclusivos, políticamente o técnicamente viables y estratégicos, de alcance nacional, regional o local.
Quizá los datos duros y los elementos cualitativos sobre los usos y costumbres de esta “clase” de oro, puedan resultar útiles a los estudiosos de esta formación social, es decir, para la sociología de la aristocracia educativa y científica, que investiga y produce conocimientos acerca del comportamiento de esta nueva especie de líderes académicos y políticos (a quienes también, por cierto, se les llama tecno burócratas, burocracia dorada o simplemente miembros de la tecnocracia).
Hay que hacer matices en cada nivel educativo: la academia dorada tiene diferentes modos de recrearse y reproducirse de acuerdo con las diversas condiciones institucionales. En algunas instituciones de educación hay mayor o menor contubernio de los sindicatos en el control de plazas, por ejemplo.
Más allá de los privilegios y los beneficios económicos, la academia dorada genera y reproduce prácticas de clientelismo y corporativismo (redes de académicos incondicionales) en instituciones públicas de educación básica, media superior o superior en las cuales ejercen su poder.
Pero una cosa es describir a la academia dorada y otra diferente es explicar sus causas, sus orígenes y cómo se reproduce. Y una cosa más es identificar e interpretar sus líneas discursivas, sus contenidos, sus procedimientos y sus procesos de mediación, en fin, sus “andamiajes” de operación desde las instituciones del Estado y de la sociedad civil.
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