Durante una ceremonia de jubilación de una maestra de primaria pública, sucedida en Querétaro hace unos años, un jefe de sector dio unas palabras en honor a la festejada. Se refirió a la ardua tarea que realizó la profesora durante más de 30 años de servicio; habló luego sobre el reconocimiento que le daban, día a día, sus alumnos y las madres y padres de familia; también exaltó su generosidad y carisma con sus compañeras/os docentes.

Todo iba bien durante la participación que hacía al micrófono el directivo de un céntrico sector escolar, cuando de pronto dio un giro lamentable su discurso:

“Quiero decirles que la maestra intentó ingresar a carrera magisterial dos veces, pero no lo logró… pero aún con eso ella siguió adelante…”

En ese momento pensé que el discurso entraba en su peor fase; en su episodio más inoportuno, oscuro y desafortunado, por decir lo menos, porque el maestro no solamente puso en evidencia a la profesora que ese día se despedía de su comunidad educativa, sino que a la vez hizo público un desmesurado acto de discriminación y clasificación del trabajo docente. Además de que no era momento de señalar el cuestionable prestigio que daba el hecho de formar parte de carrera magisterial, pensar de esa manera dejó mucho que desear de ese líder educativo.

Esa fue la ocasión en que quedé más convencido aún de que no existen profesores y profesoras de primera ni de segunda. El programa de carrera magisterial (1992-2013) no fue creado para establecer diferenciaciones profesionales ni mucho menos; sin embargo, en los hechos, algunos caciques de la educación se dedicaron a cuestionar a docentes y a establecer distinciones sociales y profesionales donde no deberían de existir, desde el ladrillo que daban los niveles de carrera magisterial. Sobre todo, en contextos donde se presume se ejercitan (o sea, en la escuela) los valores de equidad, de no discriminación, de inclusión, hacia la diversidad y del no clasismo, entre otros.

Las columnas más leídas de hoy

¿Qué tipo de anuncio esperamos que se dé a conocer el próximo lunes, 15 de mayo, por parte de las autoridades federales cuando se conmemore el día de la maestra y del maestro?

Más allá de redactar una carta de buenos deseos durante el mes de mayo, las demandas magisteriales son realistas, concretas y no tienen nada que ver con sueños irrealizables.

La llamada “revaloración” o “revalorización” de la docencia o del magisterio en México, especialmente para maestras y maestros de educación básica y media superior, será incompleta si a los magros incrementos salariales no se les acompaña con un programa serio, robusto, consensuado y de largo plazo para “profesionalizar” a la carrera de las/los maestros. Y ello nada tiene que ver con la promoción horizontal.

Aparte de procurar un salario profesional para las/los docentes, puesto que el ritmo de crecimiento del salario magisterial ha estado por abajo del índice inflacionario, (durante la última década los aumentos salariales anuales hacia las/los maestros se registraron en un promedio de 3 por ciento); las/los profesores demandan programas de formación continua profesionales, de mediano y largo plazo, con sentido de pertinencia y oportunidad con respecto a planes y programas de estudio; así mismo, piden seguridad en el empleo y esquemas más claros e institucionalizados de defensa de sus derechos, ante los cuales las élites sindicales hacen escasa defensa. Por otra parte, existe la exigencia de la desburocratización del trabajo docente y de los procesos de promoción tanto vertical como horizontal, mientras éstos estén vigentes.

Aunque la mayor cantidad de docentes en el país, es decir, la que trabaja en la educación básica y media superior expresa este tipo de demandas laborales, también hay demandas sentidas de las/los docentes de la educación superior.

Es hora en que la mayor parte de los docentes de las instituciones de educación superior pública laboran dentro del esquema de contratos cortos (de 3 o 4 meses) para atender a uno o dos grupos durante 10 horas o menos a la semana. Y donde los concursos de oposición para ocupar plazas de medio tiempo o de tiempo completo aparecen a cuenta gotas.

Para el caso de las/los docentes de educación básica y media superior, un escenario de futuro consiste en desaparecer el esquema distribución de incentivos económicos dirigidos a la cima de la meritocracia. En su momento, a éste se le llamó “programa de carrera magisterial”, luego “servicio profesional docente” y hoy es el sistema de carrera para maestras y maestros que constituyen verdaderos diques de contención salarial.

En vez de que los aumentos salariales se dirijan hacia toda la base magisterial, los aumentos reales se canalizan a través de esta política pública neoliberal, selectiva y excluyente, que consiste en colocar una “bolsita financiera” para aquellas y aquellos que demuestren ser acreedores de los incentivos económicos.

¿Cuánto le cuenta a la nación la USICAMM? Verdadera piedra en el zapato de la administración actual de la SEP ¿cuánto le cuenta a la nación el personal de gobierno, federal y en las entidades, que se dedica a procesar burocráticamente los filtros salariales enmascarados en la forma de “carrera” meritocrática? ¿Acaso no se podría eliminar ese tipo instituciones onerosas a efecto de replantear la política salarial y la formación profesional del magisterio? ¿Cuándo se observarán programas de profesionalización con salarios dignos? O, al menos, que sus aumentos anuales estén por encima de la tasa inflacionaria.

Así y por ahora, hay poco qué festejar este 15 de mayo.

Twitter: @jcma23 | Correo: jcmqro3@yahoo.com