El marco del debate en los medios sobre los libros de texto gratuitos y la estructura curricular innovadora, en sus formas y contenidos, para primaria y secundaria (SEP, 2021-2022), es la disputa por el rumbo y las orientaciones de la educación pública en México para la presente década. Y con ello nuevamente hay, implícitamente, un debate público sobre el proyecto de nación.
En esa disputa pública o confrontación de ideas, los actores sociales principales no son las y los docentes y demás figuras educativas que trabajan a ras de piso en las escuelas. Ese momento queda pendiente (aspecto señalado por Hernández Navarro).
Por el contrario, quienes participan con altavoces y ocupan los espacios y tiempos con contenidos diversos (no siempre rigurosos ni basados en estudios serios), son las y los dirigentes políticos, las y los “comentócratas”; también se expresan así, sin fundamentos, las y los líderes de las cúpulas de los poderes fácticos; y la cúpula sindical del magisterio, que siempre se alinea a los vientos oficiales, entre otros.
Una constante en las líneas discursivas que se registran y ocupan la mayor parte del tiempo y el espacio en los medios, es la intolerancia. Hay desde quienes piden tirar al bote de la basura tanto a los libros de texto como a las propuestas preliminares de planes y programas, hasta quienes han solicitado echar a la hoguera los documentos oficiales.
Lamentablemente, es escasa la participación en este debate de especialistas en edición o producción editorial o investigador@s o profesor@s en diseño y desarrollo curricular. También están ausentes en la conversación pública, en su mayoría, las mamás, los papás y demás familiares de las y los estudiantes, así como las y los estudiantes mismos (aspecto señalado por Gil Antón).
Las propias autoridades educativas federales y estatales han jugado un papel importante en este debate (por acción o por omisión), aunque no aportan ideas adicionales, en sentido estricto, después de los hechos consumados (el ejercicio arbitrario del poder en el diseño y realización de libros y propuestas curriculares), en el marco de la ley.
Como se sabe, la disputa no sólo es de ideas, puesto que la controversia ya ha llegado a los tribunales y comienza a extenderse al terreno de las decisiones de los gobiernos estatales: Las y los gobernadores, con orientación opositora a la “4T”, declararon en estos días que los LTG no serán distribuidos hacia las escuelas en sus entidades.
Hay que reconocer que una parte de la disputa pública ha tomado estos tonos de intolerancia (aunque no los justifican) debido, en parte, a las fallas en la conducción de las políticas públicas educativas por parte del gobierno federal, específicamente por la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Las cosas por su nombre. Justo en 2022 utilicé la siguiente analogía en un texto publicado en este mismo medio: Los libros de texto gratuitos (LTG) son como la silla del caballo y la propuesta del plan y los programas de estudio son como el caballo. Con esa idea figurada, se podría decir que la SEP decidió, en un primer momento (2021), modificar los libros de texto sin cambiar la estructura curricular. No le importó tanto el caballo, sino la silla.
En respuesta a una observación que me hicieron en redes digitales acerca de la importancia de la silla en esa analogía, dije lo siguiente: aunque la silla esté bien puesta y sea la más adornada (libros “bien” hechos en contenido y diseño), si el caballo está lesionado o enfermo el jinete no logrará la meta o el objetivo.
Así y si seguimos la analogía, tanto las condiciones de la silla como las del caballo son importantes. Y aún más relevantes son el jinete y sus acompañantes (docentes y estudiantes).
Los hechos indican que, un año después, la SEP rectificó el camino, debido a que no se podría sostener más la acción de cambiar o actualizar los libros sin modificar el plan y los programas de estudio de la educación básica. Ello no sólo por procedimiento técnico, sino porque así lo establece la Ley General de Educación, reformada en 2019.
Entre enero y febrero de 2022, la dependencia rectora de la educación pública en México dio a conocer de manera extraña, pues lo hizo a través de una filtración en redes sociales digitales, la primera versión del marco curricular y la propuesta de plan y programas de estudio para la educación básica.
Ahora, las y los críticos de las políticas educativas se han concentrado más en encontrar “errores” en la silla sin revisar las condiciones del caballo. Pienso que hay que cambiar el foco del análisis y agregar una pregunta al debate: ¿qué intención o finalidad se le da al caballo?
Y aquí viene el debate más interesante: ¿para qué educar? ¿Cómo educar? ¿Cuáles son los fines de la educación en las condiciones sociales actuales? ¿Educamos para repetir información o para generar pensamiento creativo, crítico u orientado hacia la inventiva, hacia la innovación y el cambio? ¿La educación básica habrá de planearse sobre criterios de “lo mínimo” o “lo elemental”?
El siguiente capítulo del debate público habrá de guiarse u orientarse a contestar estas preguntas y a reconocer que la educación pública requiere de cambios, es decir, de una dinámica de transformaciones periódicas, permanentes, puesto que los referentes sociales (como la ciencia, la tecnología, la cultura, la economía, etc.), se caracterizan por el cambio. Pero eso implica revisar los documentos oficiales y replantearlos sin desecharlos en un ambiente de búsqueda de consensos. Las nuevas generaciones podrán avanzar así frente a la intolerancia, la mediocridad y el conservadurismo.
A partir de la próxima semana, en el marco de los Consejos Técnicos Escolares (CTE) y del inicio de las actividades intensivas de actualización, se escucharán por fortuna las voces experimentadas de docentes, directivos escolares y asesores técnicos de las escuelas acerca de estos temas. Estoy seguro que en esos espacios prevalecerá la razón, la tolerancia y el juicio equilibrado.
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